Ese día, 8 de diciembre de 2011, fui arrestado por un grupo de oficiales de inteligencia del edificio Hardz con vistas a la plaza Tahrir, después de mi sentada en Tahrir durante 17 días. Ese día tuve la certeza de que quienes decían defenderme en la plaza Tahrir no eran más que agentes de los servicios de inteligencia y de seguridad del Estado. Ese día, el servicio de inteligencia me encerró en una celda de metro y medio por metro y medio. Dormía en el suelo y, al ir al baño, me ponían un paño negro sobre los ojos y me esposaban las manos. Ese día me fotografiaron como a un criminal, con fotos de frente y de perfil. Ese día, me interrogaron durante varias horas con las manos esposadas y sin poder ver quién me interrogaba. Al día siguiente, me interrogaron en la fiscalía militar y luego con un detector de mentiras en el servicio de inteligencia. Ese día, perdí contacto con el mundo exterior durante varias semanas. No había televisión, radio ni teléfono. Ese día me hicieron ponerme el chándal rojo y estuve esperando la ejecución.
A los que dudan de mis intenciones en lo que hice, les digo: Si alguno de ustedes quiere que le pase lo que a mí y está dispuesto a perder su trabajo, su familia y su vida por la fama, el heroísmo, el poder o cualquier justificación con la que me describan, entonces que haga lo que yo hice.
En resumen, lo que hice no fue más que yihad por Dios. La mejor yihad es decir la verdad ante un gobernante injusto. Todavía estoy dispuesto a sacrificar mi vida por amor a Dios diciendo la verdad.