Los musulmanes invadieron la ciudad de César dos veces y, lamentablemente, existe poca información en las fuentes islámicas sobre estas invasiones y otras similares. Esto se debe a que la mayoría de estas invasiones fueron llevadas a cabo por muyahidines voluntarios, independientes de la autoridad del Califato. Esto ha impedido que los historiadores musulmanes conozcan la mayoría de estas hazañas y conquistas heroicas. La mayor parte de la información sobre estas invasiones proviene de fuentes europeas.
La esencia de esta gran epopeya reside en que los muyahidines voluntarios decidieron, tras consultarse entre ellos, invadir la ciudad de Roma. Presentaron la idea al gobierno de Sicilia y a su gobernador, Al-Fadl ibn Ja`far Al-Hamadhani. Este, a su vez, remitió el asunto al entonces príncipe aglabí, Abu al-Abbas Muhammad ibn al-Aghlab. Este, atraído por la idea, proporcionó a los muyahidines gran cantidad de equipo, provisiones y hombres. La campaña naval partió en el año 231 d. H. / 846 d. C. hacia las costas de Italia hasta llegar a la desembocadura del río Tíber, donde se encuentra Roma. En aquel entonces, las murallas de Roma no abarcaban toda la ciudad antigua. En cambio, el distrito religioso, que albergaba las famosas iglesias de Pedro y Pablo, y un gran conjunto de templos, santuarios y tumbas antiguas, se encontraba extramuros. Había quedado desprotegido, pues los cristianos creían que era un lugar sagrado protegido por el cielo. Los muyahidines atacaron ese distrito y se apoderaron de todos sus tesoros, indescriptibles. Luego sitiaron la ciudad de los Césares, que estuvo a punto de caer. El papa Sergio estaba aterrorizado. El entonces papa de Roma, advertido de un ataque generalizado, envió mensajes de socorro a los reyes y príncipes de Europa. El entonces emperador franco, Luis II, tomó la iniciativa y envió una gran campaña de sus soldados para rescatar Roma y sus iglesias. Debido a los desacuerdos surgidos entre los propios líderes de la campaña musulmana, estos levantaron el asedio y regresaron a Sicilia cargados de botín y prisioneros.
Este audaz intento de los muyahidines musulmanes reveló la debilidad y fragilidad de las defensas de Roma, que antaño fue la capital del mundo antiguo y el centro del cristianismo global. Los musulmanes decidieron volver a intentarlo hasta que se presentara la oportunidad. Esto ocurrió en el año 256 d. H. / 870 d. C., con el firme apoyo del entonces príncipe aglabí, Muhammad ibn Ahmad ibn al-Aghlab. Este príncipe había logrado conquistar la isla de Malta un año antes, en el año 255 d. H. / 869 d. C. Sus ambiciones crecieron hasta alcanzar el honor de conquistar Roma. De hecho, las flotas de los muyahidines se encontraron con las flotas aglabíes y continuaron por la misma ruta que en la campaña anterior hasta llegar a la desembocadura del río Tíber. El entonces papa de Roma, León IV, tras haber aprendido la lección de la invasión anterior, se apresuró a solicitar las flotas de Génova y Nápoles para repeler la campaña naval musulmana contra Roma. Una gran batalla naval estalló entre ambos bandos cerca de las aguas del puerto de Ostia, en la que los musulmanes casi aplastaron a las flotas cristianas. De no haber sido por una violenta tormenta marina que azotó Ostia, la lucha habría cesado.
Esta poderosa tormenta no detuvo a los musulmanes, y a pesar de las grandes pérdidas sufridas, insistieron en continuar la invasión y sitiaron la ciudad con la mayor fuerza hasta que estuvo a punto de caer. Esto impulsó al papa Juan VIII, sucesor de León IV, quien murió de dolor por los desastres a la cristiandad, a someterse a las condiciones de los musulmanes y pagarles un tributo anual de veinticinco mil mitzvales de plata. Esto tuvo un grave impacto en las naciones cristianas en general y en Europa en particular, pues ¿cómo podía el papa pagar tributo a los musulmanes? Pero esta es la verdad histórica establecida, indudable. Es algo que los enemigos han presenciado y escrito en sus libros, aunque les avergüence y les entristezca. También es una de las escenas de orgullo, dignidad y heroísmo del pasado, que los musulmanes ahora necesitan conocer y aprovechar.
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